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COLUMNISTAS


La razón de existir y la hora 25

Natalia Díaz natdiaquin@gmail.com | Viernes 11 septiembre, 2020


Hoy deseo referirme, a un momento fijado por un autor en circunstancias agobiantes, si bien disímiles a las actuales, pero en su fondo con circunstancias angustiantes para las personas.

Como en anteriores ocasiones, me mueve a reflexión el título que guiará estas consideraciones. El escritor rumano Gheorghiu, situaba la “hora 25”, como aquella en la cual solo existe la opción de empeorar y en la cual, entre tiempos oscuros, todos los contendientes en épocas borrascosas se aferran, con algunas luces de espiritualidad, a que la esperanza siempre es posible como vehículo de redención.

La “hora 25” es señalada por el autor como la hora tardía para ser salvado, y también para vivir o para morir, sin dejar de acariciar la esperanza sublime.

Por otra parte, el extraordinario autor Víctor Frankl, psiquiatra austriaco quien sobrevivió a los horrores inenarrables en un campo de concentración, en su magna obra “El hombre en busca de sentido”, nos inspira con su ejemplo y con su prosa, el cómo es posible encontrar significado en todas las formas de vida, por brutales que sean y seamos partícipes de ese horror; y que siempre la esperanza, cuando existe razón, deviene en el faro inspirador.

Todo ello nos lleva a concluir que, si bien se ha elaborado de forma artificial una odiosa antinomia irreductible entre salud y economía, su falsedad no resiste el menor análisis, por lo que solo mediante la ponderación adecuada de ambos, es como encontraremos la esperanza. Y si encontramos la esperanza, habremos encontrado el camino, y nos alejaremos de la hora trágica.

No es conveniente continuar, un día sí y otro también, promoviendo el pánico en la población, como política de contención de un fenómeno sanitario mundial, pues ya no es posible volver a las medidas de cierre de actividades que sabemos han sido infructuosas, como tampoco a las restricciones del tránsito vehicular, que no se ha documentado, han sido positivas en el control de la virosis.

El estado no se concibe como el papá que vigila el comportamiento de sus hijos; pues no es esa su función sustantiva. Las medidas sanitarias se anuncian para ser cumplidas en lo posible, pero introducir sanciones y limitaciones a la libertad de las personas, va más allá de una concepción idónea del estado como tal.

Estamos entrando en una etapa donde son las responsabilidades individuales quienes deben ser el eje del control sanitario de aquí en adelante. La pugna entre los que impulsan menos estado y más mercado, o viceversa, no debe ser la dicotomía divisoria en este momento de nuestra historia. Hay que evitar a toda costa la denominada “hora 25”.

Entendemos que muchas de estas reducciones de nuestras libertades obedecen a directrices supranacionales, pero el criterio propio de cada sistema de gobierno, como lo hicieron en Uruguay y otros países, es fundamental para la toma de decisiones oportunas.




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