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COLUMNISTAS


La visión de Costa Rica desde afuera

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 15 abril, 2020


Al final del último libro de ficción de Harlan Coben, “El muchacho del bosque” el héroe, la mujer con quien está enamorado y la hija adolescente de ella huyen de los Estados Unidos en un vuelo de Boston a Liberia, Costa Rica. No tenía ese escape nada que ver con delitos – su motivación era una situación netamente social familiar.

Este tema de “huir a Costa Rica” es uno que aparece con frecuencia en la literatura moderna norteamericana; es como que el país se ha convertido en un Shangri La para muchos. ¿Por qué será? Cuando se les pregunta a los turistas que visitan al país lo que más les gustó la gran mayoría dicen “los ticos.” Y la verdad es que el costarricense es amable y hace sentir a quien trata de que vale. (claro que la excepción es cuando maneja vehículos donde la persona más fina puede convertirse en una bestia furiosa)

La cultura de este pueblo es una de positivismo, de libertad y de que “sí se puede.” De alguna manera proyectan esto a los visitantes y les hacen sentirse bienvenidos. Pero el más valioso de las características del costarricense es su individualismo, su rechazo visceral a la disciplina oficial, y su imaginación. Por algo el Título IV de la Constitución Política es tan tajante – no quiere el nacional que el gobierno se le mete.

Dentro de ese contexto es interesante notar que el artículo 22 garantiza la libertad de movimiento en todo el territorio; sin embargo, durante esta Semana Santa el gobierno solicitó la colaboración del pueblo frente a la lucha contra Covid 19 y hubo cooperación casi total. El pueblo dijo libremente “presente.” ¡Qué pueblo más solidario! Y ni hablar de su educación y cultura.

Los estadounidenses más perceptivos sienten esa corriente de libertad y los autores, hay más que este Coben, lo reflejan en sus obras. Es cierto que es un país bonito, pero hay otros que también son muy atractivos. Pero es posible que algunos norteamericanos ven positivamente a situaciones que los costarricenses perciben como problemas. Un amigo visitante de ese país me dijo “a mi me encantan esas carreteras de lastre o mal pavimentadas. Me meto en un todoterreno, corro, y siento que estoy en una zona salvaje.” Pareciera que la trocha a la par del San Juan sería un atractivo tal como está, si el ICT supiera promoverlo. ¿Un rally?

¡Ojalá que no cambie el costarricense! Existe una presión permanente de ciertos grupos para “reglamentar,” “limitar,” y “quitar” de los habitantes; sobre todo a crear división donde no hay ahora. En los colegios hay docentes que promueven a diario el odio y la división de clases; que no prevalezcan debería ser el deseo de todos los “de bien.”

Estamos todos deseando que pronto pase el problema del virus y que los amigos del exterior, en búsqueda de “nirvana”, regresen a un territorio que todos aman. Seguramente para fin de año este período de reclusión y cuidado se recordará como una pesadilla.

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