Lara, virtuoso y firme conciliador
Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 25 octubre, 2012
De cal y de arena
Lara, virtuoso y firme conciliador
Conciliador de cualidades naturales, conocí desde la barra de prensa de la Asamblea Legislativa a quien así calificó el presidente Trejos Fernández. A don Fernando Lara Bustamante. Fue uno de los líderes parlamentarios que más me impresionaron en aquella Asamblea Legislativa —la de 1958 a 1962— de figuras de extraordinario relieve y con la que tuve relación desde que uno de los grandes del periodismo costarricense y por largos años periodista parlamentario, don Manuel Formoso Peña, me distinguió con su confianza para ayudarle en la cobertura de esa importante fuente.
Aprecié desde el primer momento en don Fernando su consistente formación jurídica y sus firmes convicciones éticas. También su habilidad política y su perspicacia para encontrar la razón de ser de los hechos políticos. Algo muy importante para la gestión de un parlamentario, sobre todo cuando ha de enfrentar las complejas circunstancias que se derivan de su cercanía con una Presidencia de la República sin control de la Asamblea Legislativa.
Ese fue el diputado Lara Bustamante tan amigo del Presidente Mario Echandi, tan identificado con él, con sus principios, con sus objetivos, con sus anhelos de servicio público. Como lo fueron desde el Consejo de Gobierno sus ministros Joaquín Vargas, Estela Quesada y Otto Rojas y desde el Parlamento un Fabio Fournier Jiménez y un Hernán Cordero Zúñiga. Don Fernando aportó mucho de la tarea de facilitación de las relaciones con una Cámara de composición compleja.
Don Mario había sido electo Presidente también por el respaldo que le dio ese líder de imborrable presencia en la construcción del Estado Social, el Dr. Calderón Guardia. Pero en los diputados calderonistas había la necesidad de tener por demostrada la identificación de la administración Echandi con aquella inmarcesible obra.
Y en la bancada liberacionista privaba un resentimiento por la derrota en las urnas y un desorbitado afán de estorbar y cogobernar desde la Asamblea con su mayoritaria fracción (he ahí los 80 vetos del Presidente Echandi, sus razones y justificación, ante aquella prepotencia).
Más después del “cuartelazo” que sacó al PLN del control del Directorio en mayo de 1959 y de 1960, cuando las pasiones se desbordaron al clímax. Gracias a la refinada habilidad política de don Fernando en la Asamblea y de don Mario en la Casa Presidencial, las aguas volvieron al cauce propio de aquellos años cuando los movimientos políticos resguardaban celosamente su identidad y su filosofía y el país no padecía el efecto depredador de la corrupción.
Tan arraigados tenía los principios éticos y morales, incólumes a lo largo de una vida entera, que pregonaba la necesidad de tener vergüenza como base fundamental para hacer un buen gobierno.
En la ruta de honrar a sus mejores hijos él, que fue cinco veces diputado, dos veces canciller y gestor de la abolición del ejército y de la emisión de la Convención Americana de Derechos Humanos, bien merecido tiene el Benemeritazgo de la Patria.
Alvaro Madrigal
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