Lo que no hicimos
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 31 diciembre, 2010

Lo que no hicimos… no lo haremos ¿Pesimista? No. La llegada de un nuevo año es un hito en que debe prevalecer el optimismo, la gran mayoría esperamos que el nuevo año no nos traiga sorpresas desagradables y nos ayude a lograr nuestros viejos o nuevos sueños o deseos. Pero cada año nos muestra la dura realidad: los sueños se concretan dependiendo de lo que nosotros mismos hagamos y de las circunstancias. No es nuevo y no es fácil.
Para una sociedad, como para una persona, siempre debe haber deseos, aspiraciones. Decía Ortega y Gasset que hay épocas en que por no saber renovar sus deseos, terminan muriendo de satisfacción, como muere el zángano afortunado después del vuelo nupcial. Paralelamente, una nación puede estar ante la disyuntiva de una existencia chabacana o proyectarse hacia el cenit.
La diferencia está en la fuerza de sus aspiraciones. Cuando mueren las aspiraciones es cuando se renuncia a seguir ascendiendo y se acepta que ya se ha llegado. Cuando una sociedad se conforma con seguir con “nadaditos de perro” y renuncia a sus grandes aspiraciones, poco se puede esperar del nuevo año.
El paso a un nuevo año para la mayoría es una fuente de entusiasmo, de revisión de lo que se ha hecho o dejado de hacer, en fin, de buenos deseos. Nada se puede lograr sin soñar, sin entusiasmo, esa es la poderosa fuente de energía que nos impregna este alto en el camino que representa el recibo de un nuevo año. Este día, esta noche, muchos buscarán en la magia del cambio cronológico la fuerza interior que los motive a dar los pequeños o grandes saltos que les permitirán alcanzar una vida mejor.
Pero con puro entusiasmo las cosas no siempre funcionan. Lo que hicimos… no lo haremos, a no ser que aprovechemos este impulso motivacional tomando el toro por las astas. Si no empezamos a sacrificarnos por lograr los cambios que deseamos, el nuevo año y el entusiasmo que él genera, se extinguirán con la misma simpleza como se extinguen los fuegos artificiales que adornan estas fiestas.
Costa Rica tiene todos los elementos para pensar en grande y generar aspiraciones que lo ubiquen entre las naciones desarrolladas. Tenemos que salir del pantano que ha ido creciendo en las últimas décadas y que nos obliga a tener aspiraciones mayores. El inicio de un año todavía un poco lejano al próximo evento electoral, nos genera una leve esperanza por cosas mayores, que nos permita por lo menos un acuerdo de largo plazo en tres temas básicos: acciones de gran alcance para reducir esa quinta parte de la población sumida en la pobreza, la inseguridad ciudadana antes de que se transforme en una forma de vida, y la gran reforma educativa que el país requiere para competir en las primeras divisiones. ¿Optimismo? No, simplemente seguir el consejo de Cervantes: el camino es siempre mejor que la posada. Un abrazo afectuoso a los lectores y mis mejores deseos en esta nueva etapa.
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