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Martes, 11 de febrero de 2025



COLUMNISTAS


Métricas contrapuestas

Carlos Camacho ccamacho@grupocamacho.com | Martes 11 febrero, 2025


Es común escuchar a empresarios preguntarse: ¿Cómo que hay utilidades si no tenemos efectivo?

Bajo esa analogía, podemos tomar las cifras fiscales de Costa Rica y preguntarnos: ¿Cómo que hay necesidad de recursos si el déficit y la deuda han mejorado?

Trataremos de abordar ambas situaciones para comprender qué tan cierta o falaz puede ser esa paradoja.

La contabilidad para empresas y negocios personales se llevan conforme al principio del devengo. Es decir, se reconoce los fenómenos en los que está inmersa la entidad con base en la existencia de indicios sobre los acontecimientos, indistintamente si estos han sido monetizados o no.

La contabilidad del devengo parte de la hipótesis del conservatismo, que es el anticipar, reconocer y registrar de forma transparente todo acontecimiento que pueda tener incidencia negativa en el resultado del negocio o de su patrimonio.

La hipótesis endurece su severidad cuando se refiere al acaecimiento de indicios o circunstancias que podrían tener una incidencia positiva en el resultado del negocio o mejorar su patrimonio.

El conservatismo contable asume los peores escenarios, pero impide el reconocimiento de escenarios positivos hasta que los mismos se hayan efectiva e indudablemente perfeccionado.

Al combinar el principio de conservatismo con el principio del devengo se obtiene una contabilidad en la que se incluyen los ingresos, aunque no hayan sido cobrados, y los costos y gastos, aún cuando no han sido pagados.

Un empresario pudo tener un excelente resultado operativo con ganancias, pero, si no logró materializar sus cuentas por cobrar o sus inventarios y, más bien, los hizo crecer durante el año, enfrentará la paradoja de falta de efectivo; más aún si tuvo que pagar deudas adquiridas en períodos pasados o si debió comprar en efectivo bienes duraderos o activos de uso.

En esta métrica contrapuesta el empresario tiene utilidades, pero no tiene dinero disponible. La sensación del empresario empeora cuando leemos en el estado financiero el monto de la utilidad disponible para distribuir después del pago del impuesto sobre la renta, pero de nuevo, en realidad no tiene dinero disponible.

La paradoja es un dolor de cabeza tanto para el empresario que lo sufre como para el contador o asesor fiscal que se encuentra con frecuencia ante una posición intransigente: ¿Usted para quién trabaja? ¿Para el fisco o para mí?

Esta es una discusión recurrente, propia de esta época en la que el plazo de vencimiento para la presentación del impuesto sobre la renta se acerca. Su explicación recae en ambos principios fundamentales de la contabilidad y en la obligación a cumplir con base en la entramada ley costarricense, sean las normas y reglamentos de impuestos y el Código de Normas y Procedimientos Tributarios.


La paradoja de las empresas se exacerba cuando escuchamos a funcionarios del ministerio de hacienda alardear sus logros en la gestión del déficit y la administración de la deuda interna y externa.

¿Cómo es que el gobierno alardea de su buen desempeño fiscal cuando solo la enorme deuda del gobierno con la Caja Costarricense del Seguro Social es prácticamente impagable?

¿Cómo se incumplen los gastos sociales que se incluyen en los presupuestos ordinarios y extraordinarios de la República mientras alardean de su exitosa gestión en unas finanzas públicas sanas?

Mientras tanto el estado de la infraestructura pública continúa deplorable, las prestaciones sanitarias están en decadencia y la escandalosa complicidad con la delincuencia está a la orden del día, pero los giros de recursos que, por atribución presupuestaria corresponde, están detenidos.

Una manera artificiosa de hacer parecer que los resultados fiscales son mejores que la realidad.

Entonces, ¿por qué los principios contables que revisamos al inicio del artículo afectan solo a los agentes económicos privados?

Resulta que las métricas contables son contrapuestas.

La norma contable del sector público se basa en el efectivo pagado y no en el gasto por pagar. Para el sector público no se reconoce bajo el principio del devengo contable.

Aunque los déficits acumulados son monstruosos, se maquillan en detrimento de los sectores sociales que los de turno en Hacienda quieran afectar.

Si quieren vender a la Caja Costarricense del Seguro Social, lo facilitan mediante el impago desde el Estado, precarizando sus finanzas y permitiéndose llenar su boca diciendo que la Caja está quebrada.

En su círculo de amigos estarán los apostadores a los que les beneficia la inoperancia de la Caja, aunque sea a costa de vidas humanas. Así el perverso propósito de privatización de la “vaca muerta” les saldrá más barato.

Los recursos para inversión en obra pública, repleta de extra-costos y excesos de costos de ejecución, merman cada día la capacidad competitiva del país. Se afecta el trasiego de cargas con paupérrimas condiciones portuarias y aeroportuarias.

La omisión de desembolsos en obra pública son una forma de justificar un menor déficit fiscal a pesar de que sea a costa de posponer urgentes desarrollos para el país.

La escandalosa complicidad pasiva del Estado con el mega negocio del narcotráfico y sus tentáculos se complementa con una policía que debe “raspar las ollas” porque a don Nogui le interesan más las cifras de su déficit artificial que atender el problema del narco estado en el que hemos caído. Una batalla campal, una carnicería humana en las calles, tanto de delincuentes como de policías y pobres víctimas colaterales.

Las métricas contrapuestas hacen que las paradojas aumenten.

Los modos de medición para unos y otros no son homogéneos ni comparables.

Mientras los contribuyentes debemos cumplir con el cálculo de impuestos con base de devengo, al Estado le queda cómodo maquillar sus cifras, dejando de hacer urgentes erogaciones. Ellos se miden por el principio de percepción o erogación efectiva, lo que premia la paupérrima gestión fiscal con los bombos y platillos que acompañan a las comparsas de Hacienda cada vez que se pavonean de su gestión.

Para decirlo claro y directo, señores del ministerio de hacienda, ustedes no solo le están mintiendo al país, sino que le están destruyendo por su falta de seriedad y compromiso, el tejido social y económico que daba a Costa Rica, la histórica y desteñida calificación de la Suiza centroamericana.

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