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Museo de 1

Pedro Oller poller@ollerabogados.com | Martes 14 febrero, 2012



Museo de 1

El Consejo Internacional de Museos (ICOM) es una organización fundada en 1946. De acuerdo con el ICOM, producto de su Conferencia General de 2007 en Viena, un museo es: “(…) una institución permanente y sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe la herencia humana y de su ambiente tangible e intangible para propósitos educativos, de estudio y disfrute”.
Me preocupó mucho la denuncia de Paul Woodbridge, publicada en La Nación, sobre la condición actual del Museo de Arte Costarricense (MAC). Tras una visita, Woodbridge escribía: “El Museo de Arte Costarricense no es tan solo, en este triste momento, un museo sin historia (…)”.
En respuesta, Florencia Urbina, quien se desempeña como directora del Museo publicó: “La política institucional actual pretende revisar, replantear y exhibir, por medio de invitación, a artistas con una sólida trayectoria, en una fuerte etapa productiva y que han sido invisibilizados (sic), dándoles así el lugar que se merecen en la historia del arte costarricense”.
Por estas páginas han contribuido al debate, la exministra de Cultura Aida Fishman y el exdirector del Museo, Eduardo Faith. Este último, recogía el lamento de muchos de nosotros que no podemos aceptar que el MAC se reduzca a un “(…) uso de los espacios (…) como una galería de exposiciones temporales, mientras el país resiente la ausencia de un verdadero Museo de Arte Costarricense”.
Recurro a tantas citas textuales porque tengo tiempo de no ir al MAC y la verdad es que, en estas condiciones, no se me antoja. Sin embargo, por algún tiempo tuve el privilegio de colaborar con el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) y aunque sea por aproximación, me vincula el meollo del asunto.
El acervo pictórico de nuestros museos de arte es, dichosamente, prolijo. El espacio limitado. Es por eso que las decisiones respecto de muestras no se deben solo a visualizar obras, sino también a respetar la trascendencia institucional del espacio.
El MAC no se puede permitir exclusividades. Mucho menos excentricidades. Debe atender, necesariamente, a su nombre y presentar de forma inclusiva la historia del arte plástico costarricense. Todo y no solo de un artista.
En diciembre, tuve el privilegio de visitar El Prado para apreciar la colección prestada del Hermitage así como igual pude haber visto sus Goyas, Grecos, Murillos o Velázquez. Igual, no concibo el MOMA sin sus Mattisse, Gaugin, Dalí, Warhol, Pollock, Van Gogh o Picasso. Está claro que cuentan con salas suficientes para hacer y deshacer exhibiciones, pero lo está también que una exposición puntual no debe mermar el patrimonio imperdible de un Museo que realmente exhiba el Arte Costarricense en todo su contexto.
Aquí el más golpeado sin ton ni son es el magnífico artista Otto Apuy. ¿Qué costaba, me atrevo a preguntar, compenetrarlo con Span, Quirós, Pacheco, Amighetti o Zúñiga?

Pedro Oller

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