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COLUMNISTAS


Narcotráfico y sobredosis de guerra

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 15 julio, 2010



De cal y de arena
Narcotráfico y sobredosis de guerra

Inerme e impotente, sin experiencia y sin capacidad de reacción, Costa Rica no tiene cómo afrontar los desafíos que imponen los carteles colombianos y mexicanos que han hecho de nuestro territorio su cabeza de playa, adentrándose en él, posicionándose en espacios vitales y horadando sus instituciones, ciertamente con los auspicios de segmentos sociales codiciosos e inescrupulosos. Bienvenidos, entonces, los recursos humanos y materiales que gobiernos amigos nos ofrecen y que en el caso de los Estados Unidos llegan bajo las reglas del convenio aprobado por Ley 7929 del 6-10-99.
Pero, cuidado, nuestras carencias y necesidades no pueden cercenar las potestades soberanas propias de país receptor de la ayuda para cuestionar sus términos y verificar el contexto a la luz de lo que acontece en el vecindario. Debemos preguntar si la ayuda de Estados Unidos obedece a la misma estrategia claramente militarista con que Colombia, México y Guatemala enfrentan el narcotráfico, con resultados propios de un fracaso no confeso.
México se baña en sangre y los carteles preservan fuerza y riqueza para sembrar el terror y testimoniar la existencia de regiones donde el Estado es un ente fallido, como también en Guatemala.
En Colombia, la militarización de la lucha no ha podido con la habilidad de los carteles para mutar y migrar. En su libro “Plan Colombia: construcción de paz o sobredosis de guerra”, Ricardo Vargas Meza desnuda la ineficacia de una estrategia que se ha mantenido por décadas, con distintas intensidades y matices, y pobres resultados: la droga no se ha erradicado, ha emigrado; los carteles hoy disfrutan de un negocio bastante más rentable gracias a un descomunal valor en mercados de consumo y la capacidad de interdicción de la coca por el gobierno colombiano es apenas del 20% del total de la producción. La persecución lo que ha hecho es desplazar plantíos hacia Perú.
Lo que los costarricenses debemos abordar sin anteojeras ni prejuicios ideológicos ni descalificaciones hepáticas, es (1) si el permiso otorgado por la Asamblea Legislativa a la llegada de un importante número de navíos y contingentes militares de Estados Unidos es compatible con preceptos constitucionales y con el convenio de 1999 y (2) si la estrategia que está siguiendo el gobierno estadounidense ante la arremetida del narcotráfico internacional y el crimen organizado que le acompaña es exitosa. Lo primero será decidido por la Sala Constitucional. Lo segundo es de capital importancia a la luz de un cúmulo de evidencias que acusan el fracaso de la estrategia que militariza la lucha contra el narcotráfico. ¿Qué pasaría en nuestro territorio si se repite el fracaso de la estrategia militar evidente en el vecindario?
Inerme, impotente e inexperta, ¿Costa Rica arriesgaría ser absorbida por el remolino de la violencia propia de los carteles? La ruta que se nos marca ¿es para construir la paz o es el error de una sobredosis de guerra? ¿Por qué no se corta la yugular de los negocios ni se atacan las trincheras del consumo?
Los costarricenses tenemos derecho a hacer estas preguntas.

Alvaro Madrigal

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