Nuestra economía en 2018
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 19 febrero, 2018
Nuestra economía en 2018
El Banco Central de Costa Rica (BCCR) al filo de la medianoche en que terminaba el plazo para hacerlo, publicó su Programa Macroeconómico 2018. Supongo que esperaba ver si Hacienda colocaba la emisión —pretendida desde hace varios meses— de $1.500 millones en esa moneda a través del mercado nacional, que ha encontrado serios problemas legales y que no es una varita mágica para resolver nuestros problemas.
Usando la metáfora de don Eduardo Lizano, podemos decir que el BCCR nos anuncia que la economía sigue con su “nadadito de perro” (mediocre crecimiento del PIB para una economía en nuestro nivel de desarrollo) pero que si no cambiamos la dirección, la corriente nos acerca cada vez más al despeñadero (déficit fiscal y deuda pública extraordinariamente altos y creciendo).
Para 2017 inicialmente estimó el BCCR un crecimiento del PIB del 4,1%, similar al de 2016 (4,2%). Lo bajó a un 3,8% en su revisión del programa Macro Económico de mediados de año y el resultado estimado actual es del 3,2% que sería el segundo más bajo desde 2010. El crecimiento según el índice de actividad mensual fue disminuyendo desde julio a noviembre, y se recuperó en diciembre. Para este año el BCCR estima el crecimiento del PIB en un 3,6 continuando muy por debajo de la tasa de crecimiento promedio anterior a la gran recesión (alrededor del 5%).
El sector externo contribuye a nuestro resultado pues el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el PIB mundial aceleró y creció un 3,7% el año pasado, y lo hará en un 3,9% este año y el entrante, a lo cual contribuyen: 1) la aceleración del crecimiento en EE.UU., Europa, y Japón; 2) el mantenimiento del crecimiento de las otras economías de Asía y 3) la recuperación hasta un 1,9% de las economías de América Latina. Es especialmente positivo para nosotros que según el BCCR el PIB de nuestros principales socios comerciales creció un 0,5% más el año pasado que en 2016, y que mantendrán este año esa tasa de incremento de su producción.
Además en 2017 el volumen del comercio mundial aumentó considerablemente su crecimiento respecto a 2016 (de 2,5% a 4,7%) y creció más que el PIB mundial por primera vez desde la gran recesión. Para 2018 las previsiones de enero del FMI mantienen esa condición favorable para nuestra economía estimando que el volumen de comerció aumente un 4,6%.
Esos datos favorables externos no son suficientes para compensar la situación de nuestro aparato productivo, en el cual se da un muy alto desempleo. Desde el inicio de la Encuesta Continua de Empleo en 2010 el promedio anual de desempleo ha estado por encima del 9,5%, lo que es tan elevado como el nivel al que llegó durante la cruel crisis que sufrimos a inicios de los ochenta. Además, la tasa de participación ha disminuido considerablemente, seguimos con una muy baja participación de las mujeres en el mercado laboral y el crecimiento del empleo se da mayoritariamente en la informalidad cuya proporción viene aumentado.
Con las tasas prevalecientes de crecimiento de la economía no se disminuye el desempleo, y las autoridades monetarias y el FMI estiman que estamos cerca del nivel natural de crecimiento, lo que significa que con estímulos monetarios y sin reformas estructurales no creceremos más. Debemos hacer cambios significativos para ampliar nuestra frontera de producción.
A este panorama de crecimiento mediocre, se une la sombría proyección que hace el BCCR de la situación fiscal para este año y el entrante. El año pasado cerró el Gobierno central con un déficit financiero del 6,2% del PIB, el mayor desde 1980. Además, el problema se agrava, pues el BCCR estima para 2018 un 7,1 y para el año entrante un 7,9. Con esos desbalances fiscales la deuda del Gobierno central estaría llegando a un 60% del PIB en 2019, monto que se ha estimado de inmenso riesgo para países de América Latina por su historial de incumplimiento de pagos.
Lo que estos resultados de 2017 y las proyecciones del BCCR vuelven a recalcar es la importancia y la urgencia de atender el déficit fiscal y de acelerar nuestro crecimiento.
Lo primero (disminuir el déficit) para impedir que caigamos en una crisis financiera que significaría un enorme costo humano por el crecimiento del desempleo y la pobreza.
Lo segundo (reformas estructurales para acelerar el crecimiento) porque no es admisible continuar con los niveles de desempleo, pobreza y desigualdad actuales.
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