Nuestra montaña rusa económica y social
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 21 marzo, 2022
Después de la crisis de los 80 y del cambio de modelo de desarrollo avanzamos rápidamente durante unos años. Pero luego de ser reformadores de avanzada nos fuimos quedando atrás. No se aprobó el PAE 3; no se quiso continuar con la apertura de los monopolios estatales ni con la restructuración del estado vendiendo entes que podrían ser atendidos por el sector privado como el BCR, INS sin monopolio, FANAL y BICSA para cambiarlos por más infraestructura, escuelas, y mejores servicios públicos; no se continuó con las alianzas público privadas y se atrasó la ejecución de las obras concesionadas; y no se atendió la propuesta alternativa de reforma fiscal (IVA y globalización de impuesto a la renta) que cuando las otras alternativas no fueron aceptadas presentamos desde 2002 con base en la propuesta de los Exministros de Hacienda.
Con esa inacción y con los aumentos del gasto público para enfrentar la crisis de la Gran Recesión que se hicieron en rubros permanentes, nos montamos en una montaña rusa que nos fue conduciendo al hueco fiscal que se destapó en 2018.
Ese año se tomaron medidas importantes para control del gasto con la regla fiscal y para generar ingresos adicionales con el IVA, acercamientos a renta global y la factura electrónica, y cuando parecía que parsimoniosamente podríamos ir saliendo de la peligrosa montaña rusa, nos han caído conmociones externas que nos han empobrecido y hecho más difícil recuperarnos de los errores acumulados desde hace casi 40 años.
Primero el virus SARS-CoV-2 atacó a la humanidad. Empobreció temporalmente a nuestros principales socios comerciales con lo que fuimos duramente afectados y luego nos empobreció directamente más que duplicando el desempleo -que ya era injustificadamente elevado- e incrementando la pobreza que no había disminuido en la última década.
Desde mediados del año 2020 se inició un proceso de recuperación de nuestra producción y del ingreso nacional. En 2021 crecimos más de lo esperado y recuperamos los niveles de ingreso y PIB de 2019, aunque no los que tendríamos si no nos hubiera afectado la covid-19. El sector turismo estaba todavía lejos de recuperar el nivel de 2019. Pero a corto plazo se podría haber vuelto a la ruta de crecimiento anterior a la pandemia.
Los datos del IMAE de enero de este año señalan que el crecimiento trimestral continúa, aunque con una desaceleración de los altos niveles anteriores, que corresponde a la paulatina normalización de la producción con que se compara. Esto se da porque el IMAE ya desde mayo de 2021 recuperó el nivel de producción anterior a la pandemia. Claro que el sector con mayor relación al turismo (Hospedaje y restaurantes) aún está 16% por debajo de su nivel anterior a la pandemia, aunque es el que tiene mayor crecimiento interanual por el bajo nivel de 2021.
Por otra parte, los datos del resultado fiscal de febrero recién pasado confirman que sigue mejorando el desempeño de las finanzas públicas, aunque en algunos aspectos la mejora respecto al mismo mes del año anterior es menos buena de la que se dio en enero.
Y nos cae ahora la cruel guerra de Rusia contra Ucrania. La montaña rusa que tendía a nivelarse vuelve a verse afectada por eventos externos.
Nada justifica la abominable y criminal embestida armada contra Ucrania, unilateralmente decidida y ejecutada por el ejército ruso. De las muertes, la destrucción y los efectos de esta guerra en la economía y el bienestar mundial el responsable es Putin y su oligarquía despótica que gobierna Rusia. La mayor gravedad de la guerra que Putin ha desatado en Ucrania es la cruel e innecesaria muerte de civiles y de militares y la destrucción de los esfuerzos de miles de familias que por muchas generaciones han luchado por vivir con mayor bienestar y construir un mejor futuro. Pero, además, este innecesario e injusto sacrificio de miles de personas tendrá efectos muy negativos y duraderos para buena parte de la humanidad, y a nosotros nos afecta gravemente y nos encuentra con limitada capacidad nacional para paliar sus consecuencias por la fragilidad de nuestra situación fiscal.
Por una parte, esa guerra y las medidas económicas y financieras impuestas en represalia por los EEUU, la Unión Europea y otras naciones contra Rusia interrumpen las cadenas de valor, que ya venían fragmentadas por las distorsiones de oferta y de demanda causadas por la pandemia. El impacto de estas interrupciones a los procesos productivos, así como los golpes a la producción directamente causados por la guerra se incrementan por afectar la extracción y distribución de petróleo y de gas que son insumos fundamentales en los procesos fabriles, agrícolas y de servicios.
A la par de esta afectación a la producción, el aumento en los precios del petróleo, el gas, los granos y otros alimentos, y varios importantes metales, aceleran el aumento de precios que ya venía experimentando el mundo lo que limita el poder de demanda de los consumidores.
Esos impactos en la oferta y la demanda disminuyen el aumento del PIB que se esperaba este año para nuestros principales socios comerciales, lo que limita nuestra capacidad exportadora y posiblemente disminuya nuestro crecimiento.
El aumento de los precios de petróleo y alimentos nos afecta directamente disminuyendo los términos de intercambio, o sea el poder de compra de nuestras exportaciones, lo que reduce el Ingreso Nacional del que este año dispondrán para su consumo y ahorro los costarricenses.
Antes de esta cruel guerra ya los países más desarrollados venían sufriendo una inflación tan elevada como no se veía en cuatro décadas. Los gastos bélicos, en atención de refugiados y para paliar el aumento de precios en combustibles y alimentos atizan esa inflación. Esto llevará a los bancos centrales a acelerar el cambio de su política monetaria hacía una más restrictiva.
El Ingreso Nacional y la inversión también se verán negativamente afectados en nuestro país por el alza en los tipos de interés internacionales y locales que esos cambios monetarios y fiscales producen. Una mayor tasa de interés obligará al gobierno y a los privados a pagar cantidades mayores por sus deudas contraídas en dólares lo que de nuevo afecta negativamente el Ingreso Nacional, a la vez que unido a los mayores precios de nuestras importaciones también incrementará la demanda por divisas manteniendo la presión sobre el tipo de cambio.
Como si todo esto fuera poco, por enfrentar mayores precios en alimentos y energía la situación de las familias más pobres se deteriorará y obligará al gobierno a incrementar las ayudas estatales para su manutención. Mayores gastos a los que antes de la guerra se contemplaban en intereses y en atención social y menores ingresos por la afectación de los sectores productivos deteriorarán los resultados fiscales esperados.
La montaña rusa se nos vuelve a tornar más pesada.
Estos negativos impactos externos nos obligan a profundizar en los cambios estructurales que venimos debiendo por tanto tiempo.
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