VERICUETOS
Obligaciones insoslayables 1
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 02 junio, 2011
Según me comentan, aparentemente alguien se molestó mucho con un editorial de este periódico del pasado miércoles 25 de mayo, en que el editorialista comenta las cifras dadas por el nuevo ministro de Deportes, don William Todd, sobre las consecuencias cuantificadas y cuantificables del sedentarismo que padece la población nacional y los riesgos determinados que enfrentan (mos) más de un millón y medio de ciudadanos con sobrepeso.
¿Por qué alguien habría de contrariarse con la opinión preocupada de un medio de trascendencia nacional en el sentido de que las autoridades educativas, sanitarias y deportivas deben hacer coincidir esfuerzos para mejorar los hábitos alimenticios de los niños, en el hogar y la escuela?
No entendí. Desde mi punto de vista, no solo al editorialista le asiste toda la razón sino que, como orientador de la opinión pública, tiene la obligación insoslayable de pronunciarse ante un problema de salud pública de las características epidémicas que tiene la obesidad en el país.
Y tiene también razón al afirmar que la alta ingesta de productos llamados “comida chatarra”, que desplaza a los alimentos naturales y saludables, afecta la salud de los habitantes al punto en que se puede hablar sin ambages de un fenómeno de grandes proporciones del que deben ocuparse las autoridades sin dilación.
Si el enojo lo produjo el uso del término “comida chatarra”, es necesario aclarar que el editorial en cuestión no se refiere a ningún tipo de producto o marca en particular, por lo que no cabe enfado alguno. Es una verdad insoslayable que en la mayoría de las sodas de las escuelas se expenden productos insalubres, con exceso de ingredientes insanos y preparados en condiciones perniciosas en muchos casos. ¿Constituyen estos comida chatarra o no? Por supuesto que sí. Y si esta es una verdad de Perogrullo, ¿quién se enfurece y por qué? La verdad no peca pero incomoda.
Si la irritación proviene de padres o madres liberales que no admiten injerencia en la alimentación que ofrecen a sus hijos, de más está recordar que la salud es un bien de tutela pública que está por sobre el derecho a elegir que pueden reclamar los progenitores.
Pero si lo fue por referencia a un producto en particular, lamento concluir que en este colerón el que se enojó perdió, porque no encuentro en todo el editorial una sola mención que me permita identificar en él una acusación puntual.
El editorialista fue lo categórico que tiene que ser un periodista responsable, así como un diario de la trascendencia de LA REPUBLICA. Esa es su obligación insoslayable. El haber sido complaciente o indolente en la denuncia de estos males sanitarios que nos aquejan hubiera sido un acto de irresponsabilidad impropia de la calidad profesional de LA REPUBLICA.
Lejos de levantar ronchas donde no hay piquetes, los ciudadanos responsables deben recibir con preocupación la denuncia del ministro Todd, poner un granito de arena para que en cada mesa de cada casa y en cada soda de cada escuela se reviertan los malos hábitos alimentarios y, sin ninguna duda, apoyar de la manera más comprometida posible, los esfuerzos de los ministerios de Salud, de Educación y de Deporte por mejorar la salud de nuestros niños y adultos.
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