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COLUMNISTAS


Pensar y actuar distinto

Urge un cambio en el estilo de vida

Alberto Salom Echeverría albertolsalom@gmail.com | Viernes 01 julio, 2022


Recientemente me he afanado en enviar a todos mis contactos en redes, parientes, amigos, colegas, información positiva. No busco con ello “tapar el sol con un dedo”. Es bastante evidente que nos encontramos en una etapa de nuestro Planeta que nos impele a intentar cambios decisivos en nuestro estilo de vida, si es que de verdad deseamos que las drásticas variaciones climáticas que está experimentando el “Globo”, como resultado de nuestra acción depredadora sobre este, no tornen inviable nuestra existencia. Pero también he insistido bastante en el hecho de que, no todos los seres humanos tenemos el mismo impacto con nuestras acciones sobre el Planeta. Tanto en lo positivo, como en lo negativo. La huella ecológica como dijera William Rees en 1996, el creador de este concepto, o sea, nuestros patrones de consumo de recursos y la producción de desechos, son diversos en función de la posición que ocupa cada uno de nosotros en el proceso productivo.

Por esta razón, enfatizo en que, no quiero retroceder en mi propósito de transmitir los logros positivos de la humanidad, lo seguiré haciendo porque es fundamental cambiar los paradigmas del pesimismo, con el objeto de apoyarnos en pensares y actuares sustentados en “buenas prácticas”, en todos los ámbitos de la existencia para inducir cambios fundamentales en la conducta humana.

Mi optimismo no nace de la especulación, se deriva de la certeza de conocer el criterio científico que ha establecido que, la raíz del problema radica en la especie humana. Se sabe que, en orden de jerarquía, la mayor responsabilidad, por el calentamiento global la tienen las empresas multinacionales que producen hidrocarburos, por los gases contaminantes que emanan principalmente de las industrias del carbón, del petróleo y del propio gas natural. Aun así, por grave que sea el problema, al provenir de la acción humana, y no de causas estrictamente naturales, como ocurrió con todos los ciclos anteriores a este calentamiento, su solución, compleja como es, se torna factible. Carl Zimmer, refiriéndose a los ciclos naturales de calentamiento, hace poco dijo: “Hace 252 millones de años, faltó poco para que la Tierra muriera. En los océanos se extinguió el 96% de todas las especies. Es más difícil determinar cuántas especies terrestres desaparecieron, pero la pérdida fue similar. Esta extinción masiva al final del Pérmico fue la peor en la historia de este planeta…” (Cfr. Zimmer Karl. “El Calentamiento Global ya existió…y a,cabó con casi Toda la Vida.” The New York Times, 12 de diciembre, 2018).

Así pues, con el objeto de partir de la realidad, recientemente, la uruguaya Jacqueline Álvarez, directora regional para Latinoamérica y El Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), hizo una aseveración espeluznante tras advertir que, la región que habitamos, en su conjunto frente a la crisis financiera mundial ha optado por “carbonizar” nuevamente las economías y esto -agregó-solamente puede traer en poco tiempo “efectos devastadores”.

Es decir, para poder insistir en los ejemplos positivos de lo que hacemos, debemos partir de la realidad y señalar también aquello en lo que hemos retrocedido. De no hacerlo, no lograremos superar el marasmo en que nos encontramos. Podemos sintetizarlo en la siguiente frase, “reconocer los problemas sin minimizarlos, es clave para pensar y actuar distinto e inducir cambios en nuestro estilo de vida y consiguientemente en nuestro entorno.”

Según la señora Álvarez hay tres pilares que los líderes regionales han reconocido como la “crisis planetaria”: el primero se refiere al cambio climático, el segundo muy conectado con el anterior tiene que ver con la pérdida de biodiversidad y, en tercer término, igualmente vinculado con los dos anteriores, los líderes se refieren a la polución, la contaminación producto del uso de los agroquímicos y la superabundancia de desechos.

En esa misma dirección, es muy preciso lo que señala la directora del PNUMA al puntualizar los desafíos que tienen ante sí los líderes políticos en nuestra región, cuando afirma que no nos podemos contentar con las metas de descarbonización que se habían fijado antes de la pandemia de la COVID-SARS-2 y la subsiguiente crisis financiera derivada en gran parte, a su vez, de la guerra ruso-ucraniana, porque de ser así, solo nos precipitaríamos a la desestabilización económica en todo el subcontinente. La dirigente del PNUMA lo expresa diciendo sencillamente que mantenernos en esa zona de confort implicaría una completa regresión de la crisis ambiental. (Cfr. Entrevista en “El Universal”, Grupo de Diarios de América [GDA], reproducida en el diario “La Nación”, Costa Rica. 05.06.2022).

Peor todavía, hay líderes del subcontinente que han vuelto a poner su atención en la explotación del petróleo, el gas natural y el carbón mineral, conjeturando erróneamente que, con estos hidrocarburos que en muchos sentidos ´están a la mano´, se puede hacer frente a la crisis económica que acogota las economías de los países de la región. En Costa Rica, en la pasada campaña electoral, fueron mucho más los dirigentes políticos que apostaron por el uso intensivo del petróleo y sobre todo del gas natural, frente a que aquellos que los descartaban. El mismo presidente de la República actual, Rodrigo Chaves, hace cábalas ante la posibilidad de encontrar gas natural en el país, sin haber reparado siquiera en que el gas natural puede encontrarse bajo las rocas de esquisto mezclado con el petróleo. En tal caso, cuyo hallazgo todavía no se puede descartar, aunque el gas natural sea menos contaminante que el petróleo, la contaminación estaría a la orden del día.

Para situarnos con realismo en donde estamos, también debemos fijar nuestra atención en una drástica transformación del paradigma industrialista de los hidrocarburos, e ir sin dilación a la búsqueda de la “revolución del hidrógeno verde”. El hidrógeno verde es un combustible universal muy ligero, que utiliza la corriente eléctrica para separar el hidrógeno del oxígeno que hay en el agua, por medio de un proceso químico. Es una fuente de energía limpia que solo emite vapor de agua y no deja residuos en el aire, a diferencia del carbón y el petróleo. Según el Grupo Intergubernamental de Experto sobre el Cambio Climático, a partir de ahora y hasta el 2050, las naciones de todo el mundo deben reducir la producción de carbón, en un 95%, la de petróleo en un 60% y el gas natural en un 45%. Sería un error catastrófico -dice el panel de expertos- aumentar la explotación del gas natural en la matriz energética. En cambio, en cuanto al hidrógeno verde se tiene más de una ventaja, puede producirse a partir de todas las diferentes energías renovables como son: la solar, la eólica, la hídrica y la geotérmica. Costa Rica ha estado avanzado en esa dirección. Además, cuando el hidrógeno verde es generado mediante la “electrólisis”, cuya única emisión es el agua, las emisiones netas de contaminantes son nulas. Según la directora de “Fortescue Metal Group”, Jean Baderschneider el costo del hidrógeno verde está próximo a descender a razón de un dólar por Kilogramo en algunos de los países más adelantados en esta producción, como es el caso de Australia; sobre todo en la medida en que mejoren las tecnologías. (Cfr. La Nación, 24 de julio del 2022, pag. 27)

Este proceso exige un cambio drástico en el estilo de vida vorazmente consumista, para adoptar un desarrollo sostenible y sustentable con la Naturaleza y con la vida. Implica una transformación cultural de toda la sociedad, que no es fácil, por lo que debe estar asentado en una nueva educación desde la primera infancia, hasta la formación universitaria. La palabra distribución de la riqueza ha de querer decir algo y debe por tanto llenarse de contenido social y humanista. Requerimos por ende, personas esencialmente solidarias, responsables consigo mismas, con las demás personas y seres vivientes. Se trata de gente dispuesta a reconocer y reclamar no solo derechos, sino también deberes.

La sostenibilidad a la que hicimos referencia, en el campo de la agricultura, pasa por aprender nuevas formas de producir una agricultura orgánica, en lugar de seguir apegados a las formas tradicionales que hacen un uso intensivo de agroquímicos. Los emprendedores en todos los campos deben estar dispuestos a constantes procesos de capacitación, tanto en lo concerniente al uso de tecnologías limpias, como en valores humanistas. Asimismo, es importante abrirse a una nueva mentalidad para aprovechar el agua llovida, como ya están haciendo muchos agricultores, y no seguir aferrados a fuentes de agua contaminadas. El uso del agua llovida se compagina además con las prácticas para impedir que la escorrentía lave los terrenos, provocando la erosión de los suelos y llevándose los nutrientes de la tierra. La sostenibilidad implica un cambio radical también en el tipo de abonos que se usan; se debe con urgencia migrar de los abonos tradicionales cargados de agroquímicos que desgastan los suelos y afectan la saludad humana y animal, al abono orgánico.

En síntesis, la sociedad entera debe adaptarse a nuevas y más intensas formas de colaboración y cooperación, colocando en el centro de las preocupaciones gubernamentales de política pública, a las personas más desvalidas y abandonadas por la acción del Estado. En el nuevo paradigma de convivencia social, la participación en estas políticas públicas del pueblo es un requisito, por lo que hay que descartar una democracia que se legitima exclusivamente mediante el derecho al voto alrededor de las élites políticas y económicas. Habrá que poner en el centro del debate público, la transparencia y rendición de cuentas, con resultados. El debate tiene que girar y alimentarse alrededor del desarrollo perdurable, valga decir sostenible y sustentable con la Naturaleza y con la vida.

Alberto Salom Echeverría.

albertolsalom@gmail.com














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