Reforma y revitalización del estado
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 19 julio, 2024
Todos hemos padecido inconvenientes cuando entramos en contacto con las instituciones del estado. Su servicio no es proclive a servir bien a quien llega a ellas a buscar una atención, ni es amistoso a sus usuarios. Con facilidad observamos cómo los métodos, sistemas y procedimientos están envejecidos. El entrenamiento de los trabajadores del sector público a pesar de su buena voluntad en servir más y mejor, está muchas veces desfazado con los requerimientos del espíritu de urgencia que nuestros días exigen.
Ministerios, oficinas públicas, instituciones variadas, todas presentan atrasos significativos en los servicios que prestan y no son muchas las que podríamos sentir orgullo de ellas, de mostrar como ejemplo del ser costarricense y del deseo nacional de sobresalir y de liderar en el campo de las funciones y servicios públicos.
El desarrollo de un país se basa y se sustenta sobre el buen servicio, sobre la moderna atención de calidad. El servicio estatal debe de ser prestado con espíritu de urgencia a sus usuarios. Si este país desea ver crecer su economía debe de buscar la excelencia en el sector público. No es posible alcanzar un adecuado desarrollo nacional con un obsolescente sector público con duplicación de funciones, de competencias y de potestades, con procedimientos diseñados quizás con buena voluntad, pero con técnicas de años idos y sistemas computarizados deficientes. No solamente el país se ve sobrepoblado por funcionarios públicos que en consecuencia deben de ver sus salarios reducidos para poder hacer frente a los mismos, sino que la multiplicidad de instituciones y ejércitos de trabajadores mantienen al país maniatado y en serias congojas. Este no es un fenómeno humano o consecuencia tan solo del empleo público, es principalmente una consecuencia de un diseño del estado superado por los años.
Pocos discuten la reforma del estado, la supresión de funciones, competencias y potestades duplicadas, la construcción de un estado fuerte pero mucho más pequeño y ágil, y el abandono del modelo de un estado pesado, lleno de funcionarios, con procedimientos antañones y que lejos de ser motor es freno a los ciudadanos que desean emprender y construir un mejor país.
Muchas instituciones se han ido envejeciendo y ya es poco lo que contribuyen a la producción del país. La actualización de esas instituciones y el cierre de las que ya no tienen remedio no la emprende nadie. Los códigos y normas procesales requieren de una reforma importante para alcanzar la justicia pronta y cumplida.
Cuando se aprobó la reforma tributaria que impuso una regla que nos ha salvado de una catástrofe fiscal, su complemento era la reforma del estado que el gobierno de don Carlos Alvarado no emprendió porque ya terminaba su período dejándola para el siguiente gobierno, el de don Rodrigo Chaves. Este gobierno aún no la ha emprendido. Cuando se anunció el referéndum, muchos de nosotros creímos que traería dicha reforma del estado, pero solo articuló principalmente la eliminación de controles previos al gasto público de Costa Rica. Se perdió la oportunidad y con eso el cierre dorado de la presente administración.
El pleito, el insulto o la bronca lo único que construyen son distractores sociales innecesarios que nos vendan los ojos y nos impiden observar las grandes necesidades de orientación del estado en favor del bien común, y lo paradójico es que tales distractores sociales parecieran ser la única política constante y sobre todo real del actual gobierno. La reforma del estado y la modernización de los procedimientos, métodos y sistemas sí habría sido un puntal de la construcción de un nuevo país. No podemos olvidar, aunque sea una ardua labor y un proceso de detalles y luchas en todos los frentes, que la modernización del estado y su reforma, la reducción en el número de las instituciones y de sus empleados resulta tarea fundamental.
El statu quo del estado es imposible de mantenerse sino es a costa del estancamiento económico, de un alto desempleo, de las dificultades sin cuenta que padecen los productores y el peso fiscal que en los hombros de los contribuyentes dobla sus espaldas.
Hay que modernizar y hay que reformar el estado costarricense. Es mejor hacerlo pronto que tarde. Es menester buscar y conseguir un gran consenso nacional y abatir todas las dificultades que el envejecimiento y la hipertrofia de las instituciones creadas en el pasado hoy sufren. Hay que reformar, hay que modernizar, hay que construir el futuro. El insulto y la descalificación no construyen solo distraen, esto sí lo hace y es indispensable.
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