Refugiados; hay que dejarlos trabajar
Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 29 agosto, 2018
Refugiados; hay que dejarlos trabajar
Costa Rica es un país exitoso; si no lo fuera no estarían llegando cantidades importantes de refugiados a las fronteras norte y sur todos los días. Es cierto que llegan nicaragüenses, pero también arriban venezolanos, colombianos, cubanos, jamaiquinos y personas de otras naciones que abandonaron en busca de seguridad o de una mejor oportunidad.
Como casi todos los que estamos en el país somos descendientes de inmigrantes, en vez de lamentar y “romper las vestiduras” lo que deberíamos estar haciendo es buscar una solución para los que ahora están llegando. Aparte de “regalarles” comida, ropa, y algún tipo de albergue, igual como haríamos para los damnificados de un evento natural aquí en el país, deberíamos ofrecerles trabajo. ¡Que no tienen permiso de las autoridades! ¡Qué importa! Hay situaciones que transcienden la burocracia nacional y sus enredos y donde lo que procede es acción de tipo humanitario.
Es más, olvidémonos del gobierno que no logra resolver la crisis fiscal, la falta de infraestructura, el mal servicio de la Caja, la inseguridad creciente, las escuelas en mal estado, el transporte público deficiente y tantos desafíos más. Lo más que podemos esperar del gobierno es que se presente a los entes internacionales como pordiosero para pedir dinero; luego la mitad que entra irá a salarios y “gastos” de las personas que se asignan para repartir la ayuda.
Habrá patronos que desearán contratar a los extranjeros refugiados pagándoles menos de lo que recibiría un costarricense por el mismo trabajo. ¡Deberían sentir vergüenza, pero lamentablemente muchos se aprovecharán! Ojalá que la mayoría tenga piedad.
Es cierto que muchos de los que llegan, por su formación tendrán que aceptar trabajos que no quieren los ticos —recolección del café, la zafra, los turnos nocturnos de seguridad, limpieza de inodoros en lugares públicos, y peón de construcción. Pero también vendrán profesionales, empresarios, y artesanos de alto nivel. A estos hay que aprovecharlos y si se les abren las puertas pronto habrá nuevas empresas pequeñas, produciendo riqueza y creando oportunidades de empleo.
¡Aquí no hay espacio ni debe haber para xenófobos; ni de la calle ni de “inspectores” de la Migración! Aquí se necesitan ciudadanos con corazón que puedan pensar: “Por la bondad de Dios no estoy yo en la situación de estas personas”.
¡Van a llegar más! Es la reputación fabulosa de Costa Rica en el exterior como país de paz, de democracia, de bienestar, la que provoca que quieran llegar casi 2 millones de turistas para conocer la maravilla que se ha creado en este territorio, también servirá de anzuelo a los necesitados de refugio. Cuando se les encuesta a los turistas a su salida del país y se les pregunta lo que más gustó de lo que ofreció, la gran mayoría dice “los ticos”. Seguramente no conocieron a los xenófobos del Parque La Merced y deberíamos todos agradecer que son “los pocos”.
No dejemos a los refugiados en tiendas de campaña mendigando; ofrezcámosles nuestra mano y dejemos que trabajen.
cdenton@cidgallup.com
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