Rocío Aguilar: capaz, valiente, tenaz
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Jueves 27 diciembre, 2018
Tuve la buena fortuna de conocerla cuando desde el naciente Banco Banex —a principios de los ochenta— demostró, muy joven, sus grandes cualidades para emprender difíciles tareas, con enorme inteligencia acometerlas, con perseverancia continuarlas y formar equipo. Vivíamos una enorme crisis financiera. Imperaba una corriente estatista arraigada en las ideas de la revolución de 1948 que pretendía que la banca comercial fuera monopolio exclusivo del Estado. Era una tarea mayúscula tener éxito en la construcción de un banco privado. Y lo lograron.
Ahora desde el Ministerio de Hacienda, Rocío Aguilar nos ha mostrado de lo que es capaz.
He tenido la suerte de haberme encontrado con brillantes ministros de Hacienda cuando me ha tocado participar en la función pública. En el gobierno de don José Joaquín con Álvaro Hernández y Óscar Barahona, cuando fui diputado con Thelmo Vargas y Rodolfo Méndez y en mi gobierno tuve la inmejorable fortuna de contar con Leonel Baruch y Alberto Dent. Doña Rocío engalana esa lista.
Después del gobierno de don José Joaquín Trejos que logró recuperar el equilibrio financiero del Estado y la posición de reservas internacionales, se inicia un periodo de déficits fiscales, incremento de la deuda pública y desequilibrios de las cuentas internacionales que condujeron a Costa Rica a ser la primera nación en caer en cesación de pagos durante la crisis de la deuda externa latinoamericana.
Durante el gobierno de don Rafael Ángel Calderón se continuó exitosamente la tarea de restablecer orden en la hacienda pública, iniciada por la administración de don Luis Alberto Monge.
Para el periodo 1998-2002 propusimos sentar bases más firmes para que las finanzas del Estado contribuyeran al crecimiento y a la solidaridad de nuestra sociedad mediante la apertura de monopolios gubernamentales, la contribución de la inversión privada mediante concesiones y la transformación del Banco de Costa Rica, BICSA, INS sin monopolio y FANAL en otros activos estatales y en reducción de la deuda pública y su carga de intereses. Hicimos transformaciones para simplificar el sistema tributario y mejorar su cobro, que rindieron muy buenos frutos. Al no obtener apoyo para nuestras medidas de ajuste estructural, pedimos a los exministros de Hacienda una propuesta tributaria. Esa propuesta consistió en la transformación del impuesto de ventas en un IVA generalizado y en una reforma al impuesto de la renta para hacerlo global y universal. Esa propuesta se presentó a la Asamblea Legislativa ya al final de nuestro gobierno cuando estuvo lista, pero no se logró su aprobación ni entonces, ni en el gobierno siguiente que lo intentó.
Con la fuerte contención del gasto en 2002-2006 se logró llegar a superávit financiero del gobierno. Pero para paliar la gran recesión de 2008-2009, el gobierno ejecutó un aumento muy fuerte del gasto público, que desdichadamente se enfocó en gasto corriente recurrente, y que al ser continuado en los dos periodos de gobierno siguientes sin que se aprobara la reforma fiscal, condujo a que se continuara generando un déficit financiero creciente. Además se generaron déficit primarios también crecientes, después de muchos años de no sufrirlos, y consecuentemente se generó un persistente incremento de la deuda pública.
La administración del presidente Alvarado encontró niveles de déficit y de deuda ya inmanejables, mercados escépticos de la disciplina fiscal costarricense, gran iliquidez para el financiamiento interno, una deuda con un perfil inaceptablemente de corto plazo y un hueco presupuestario para atender las amortizaciones de cortísimo plazo de la deuda. Las condiciones no podían ser más apremiantes. Doña Rocío ha enfrentado la peor situación fiscal después de la que heredó la administración del presidente Monge.
Además, esta administración cuenta con una fracción legislativa muy minoritaria, un congreso muy fragmentado y una opinión pública con bajísima confianza en los dirigentes políticos.
Este fue el panorama ante el cual, con visión, inteligencia y patriotismo don Carlos Alvarado le pidió a doña Rocío que asumiera las riendas de Hacienda, como parte de un muy buen equipo económico.
Con valentía lo hizo.
Con enorme capacidad y en muy poco tiempo, preparó y presentó ante la Asamblea Legislativa las medidas de contención de gasto y de algunos de sus disparadores, el cambio del impuesto de ventas por el IVA generalizado, las modificaciones al tributo sobre la renta para ir hacia su globalización e incluir las ganancias de capital, y finalmente —30 años después de la propuesta nunca aprobada de las Garantías Económicas— una regla fiscal. Para ello aprovechó la vía de procedimiento legislativo rápido que habían dejado aprobada los diputados y diputadas de la legislatura anterior.
Con tenacidad fue sorteando obstáculos, siendo firme en sus posiciones, pero flexible ante las realidades políticas y la necesidad de tejer una gran alianza para la aprobación de la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas.
Y logró con éxito detener la carrera que nos conducía a un precipicio fiscal.
Mucho le debemos a la ministra Aguilar. Falta mucho camino por andar. Pero estamos en muy buenas manos.
Gracias, doña Rocío.
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