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COLUMNISTAS


Una elección trascendental para Colombia y América Latina

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 27 junio, 2022


Participé el fin de semana antepasado como observador en las elecciones de la segunda ronda presidencial en Colombia.

Asistí formando parte de una misión conjunta de la Organización Democratacristiana de América (ODCA) y de la Fundación Konrad Adenauer (KAS), organizaciones a las que agradezco la invitación, y la oportunidad de compartir con un grupo de observadores del más alto nivel encabezado por la Presidenta de ODCA, la diputada Federal de México Mariana Gómez del Campo y el Director Adjunto del Área Internacional de la KAS Frank Priess.

Tuvimos la ocasión de realizar la observación en Bogotá durante la apertura y la conducción de las votaciones en diversos sitios de muy distintos estratos socioeconómicos. Lo pudimos hacer eficientemente gracias a que estuvimos bajo el sistema de la Misión de Observación Electoral (MOE), una organización de la sociedad civil colombiana que realiza observación de procesos electorales con miles de colaboradores nacionales y cientos de extranjeros.

Fue excepcionalmente eficiente y gentil la conducción de las representaciones de KAS en Colombia y Uruguay, donde reside el Programa Regional Partidos Políticos y Democracia en América Latina. Ello permitió el buen desempeño de la misión y la posibilidad de intercambiar con académicos y políticos colombianos antes y después de las elecciones.

Además, para mí fue una magnífica ocasión de poder compartir con los funcionarios de la KAS, con mi querido amigo el Expresidente Andrés Pastrana, y con otros amigos integrantes de la misión de México, Perú, y Uruguay.

A pesar de cundir gran desconfianza antes de las elecciones por los errores del sistema electoral en registrar más de 500.000 votos en la anterior elección parlamentaria y del alto nivel confrontativo de la campaña, el proceso electoral se dio en un ambiente pacífico y fue muy participativo alcanzándose niveles de abstencionismo históricamente bajos. Según MOE se dieron muy pocos y nada significativos casos de errores en el proceso de votación. Esa fue la realidad que pudimos observar nosotros y el resto de los 2381 observadores de MOE destacados en 1 de cada 3 municipios del país, y en 39 consulados de 24 naciones, de los cuales 364 fuimos observadores internacionales.

La elección del Presidente Electo Gustavo Petro contó con el muy inmediato reconocimiento de su oponente el Ingeniero Rodolfo Hernández, y dejó los votantes divididos en dos mitades con solo 3,1 puntos porcentuales de diferencia, y con claras mayorías para cada uno de los candidatos en dos regiones muy claramente diferenciadas del país.

Se da la elección de quien se identifica con los grupos de izquierda integrantes del Foro de Sao Pablo y el Grupo de Puebla, que hace treinta años fue un guerrillero pero que luego tiene una larga carrera de participación política como senador, alcalde de Bogotá y 3 veces candidato presidencial.

¿Seguirá el Presidente Petro los pasos de Hugo Chávez y de otros adherentes a esa tendencia política que aprovechan una elección democrática para luego fortalecer su liderato y buscar su permanencia continuada en el poder sin limitaciones? Para lograr ese objetivo, establecen un sistema de subsidios que inicialmente es muy atractivo para una mayoría de ciudadanos, pero que en pocos años quiebra el aparato productivo dejando a las familias en mayor pobreza y sin libertades. Con el apoyo inicial de esas medidas acaban con la división de poderes, la libertad de expresión y otras libertades ciudadanas

O, más bien, ¿Será fiel el Presidente Petro a su mensaje de aceptación que en mi opinión buscó calmar temores y tender puentes y a sus manifestaciones durante la campaña de que no buscará continuarse en el gobierno ni expropiar empresas?

De la respuesta que reciban esas preguntas y de la capacidad de los políticos y la sociedad civil colombiana para proteger su estado de derecho dependerá el destino de Colombia y de buena parte de América Latina en las siguientes décadas.

En cuanto a Colombia.

Quienes luchamos en pro de la dignidad, la libertad y los derechos humanos de todas las personas, de la fraternidad que entre todos debe prevalecer, y de la necesidad de progresar y mejorar el bienestar de todas las familias y preferencialmente de las que sufren pobreza, debemos aspirar a que se den cambios que permitan superar problemas que dolorosamente arrastramos en todos nuestros países. Pero esto no justifica usar medios que más bien nos empobrecen.

Si anunciando que esos son los sanos propósitos se procede a ignorar las realidades de la economía, se destruye el sistema de competencia y las libertades de propiedad, de contratación y de empresa y se concentra el poder como si quien lo ejerce tuviera la sabiduría y la bondad de Dios, lo que se logra es quebrar el aparato productivo y empobrecer aún más a los ciudadanos. Se puede así alcanzar igualdad de la mayoría en la miseria, y la superabundancia de la nueva clase.

En cuanto a América Latina.

Además de los regímenes claramente autocráticos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y de las inclinaciones en esa dirección del gobierno de Bolivia, otras naciones de nuestra región -que representan una buena parte de la población latinoamericana- son gobernadas por populismos de izquierda que no muestran especial devoción por las limitaciones del estado de derecho y que demostraron, por sus actitudes ante la Cumbre de las Américas en Los Angeles, su actitud favorable a esas autocracias. El resultado de elecciones próximas podría hacer que este grupo de naciones abarque a una gran mayoría de los latinoamericanos.

Un gobierno colombiano que refuerce esa tendencia podría causar muy grave daños a la democracia, al estado de derecho y al progreso material de nuestros compatriotas.

El Grupo de Lima que surgió de gobiernos defensores de la democracia está gravemente debilitado y casi que desaparecería.

La vocación aperturista y a fomentar la productividad de la Alianza del Pacífico se vería gravemente amenazada.

Es posible que se pretenda imponer a las naciones de América Latina una nueva versión de la política de países no alineados, destruyendo los avances logrados desde finales de la década de 1980 en la defensa de la democracia y el estado de derecho.

¿Cuál sería la política de seguridad hemisféricas en esas circunstancias?

¿Cómo serían las nuevas relaciones de nuestros países con EEUU en temas de drogas ilícitas y migración?

¿Sera que la nueva y creciente relación con China permitirá sustituir la acción hemisférica en temas de recursos naturales, infraestructura y mercados que interesan a esa creciente potencia?

El comportamiento del gobierno recién electo en Colombia, de sus partidos políticos y de las organizaciones de su sociedad civil en los próximos meses, nos indicará cual ruta seguirá esa querida nación hermana y sus efectos en nuestro continente.

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