Vericuetos
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 11 octubre, 2007
¿Diay, pero qué fue aquello? ¿Qué fue ese berrinche y ese numerito tan feo? ¿Qué estaba haciendo don Ottón en esa pasarela el domingo en la noche, ninguneado por el de la camisa roja? (moda furris, fashion emergency, o el uniforme del patrón?).
Poco oficio demostró exhibiéndose en la tarima de los extremistas. Le hizo falta mucho camerino. Imperdonable para quien tiene tantas horas de cancha.
¿Pero qué fue lo que me le pasó? ¿Cómo que anular el referéndum? ¿Que la prensa rompió la tregua? ¿Desde cuándo hay censura de prensa en este país? No lo vimos tan criticón, ni pidiendo la horca para el periódico de la UCR, proclive al no, ni quejándose de que el nuevo e iluminado líder de camisa roja utilizó tiempo e instalaciones del Tec para garrotear el TLC. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Estamos en Tiquicia, no en Caracas, digo yo
Me acordé de Juancillo, el de Ester, que cuando alguien sacaba a la chavalilla que le gustaba, se llevaba los discos y nos dejaba bailando a puro chiflido. Qué carajillo más malcriado, decía mi abuela. ¡Diay, el que se mete a jugar tiene que aguantar! Es que no se vale que cuando pierden los otros cobro, pero cuando tengo que pagar, es que yo no estaba jugando en serio…!
Don Ottón se portó más feo de lo que esperábamos. Ni Mincho Mayorga, con lo cabreadísimo que es, hubiera reaccionado así. Esta bien que uno se enchile si pierde, pero no hay que perder la compostura, ni la inteligencia, y don Ottón, siendo un hombre tan bien educado, que tuvo la dicha de ir a la escuela, de recibir todo lo que este país le dio, y pudo disfrutar de los goces de Europa, debería ser ejemplo de mesura, no ve que los carajillos lo están viendo, y no va a querer que se porten así. ¿Verdad?
Vea, don Ottón, hay que aprender a bailar con todas, hasta con las más feas, y hay que saber sonreír, aunque sea para la foto. No ve que a los ticos les gusta que los que ganan y los que pierden se abracen como hermaniticos. Viera con qué cariño recordamos al finado GW, que le fue a dar la mano al que ganó las elecciones, ya ni me acuerdo quién, y hasta salió con un relojito nuevo, con estuche y todo. No vaya a ser que si usted va a saludar a don Oscar, hasta podría salir con un buen regalito como Wenceslao. Quién quita un quite y don Oscar, que es hombre de buenas intenciones, le concede una buena negociación, para que usted se ponga una flor en el ojal y para que, lo más importante, pueda participar positivamente en la toma de decisiones que este país necesita para lograr más desarrollo y para acortar la gran brecha social. ¡No ve que los pobres son lo más importante!
Vea, don Ottón, con todo respeto, la verdad no esperaba verlo a usted en esa tarima el domingo. Bueno, ni a usted ni a don Rolando. A los demás ya los conocemos y la señora ni hablar.
Me voy a atrever a darle un consejito, aunque a mí mejor no me haga caso porque yo con usted, en política, la pura y santa verdad ni a jugar chócolas. Vea, usted es un hombre de campo, o por lo menos eso dice. Sea humilde don Ottón. Aguante este garrotazo, váyase a hablar con el Presidente, trabaje con él para el bien del país. Don Oscar le va a poner atención y a usted se lo vamos a agradecer.
No les haga caso a los extremistas, que ellos lo que buscan es incendiar este país. Que no me le vayan a meter diez con hueco.
Ahí me va a perdonar don Ottón.
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